Insomnio



En el umbral del sueño se desliza tu aroma y rozo con mis dedos tu piel. Cuando despierto, apenas veo tu sombra desvanecerse trás el movimiento de las manijas del reloj. Noche trás noche, en la soledad de la habitación, me hundo en el frío de tu abandono, te lloro aún cada día hasta caer de cansancio sobre mí almohada, pero no logro conciliar el sueño y divago entre los contrastes de la luz en la habitación, reparo en la caída de tu pelo sobre tu rostro sereno y lo muevo lentamente para apreciar el susurro que se escapa de tus labios. Merodeo los rincones de la habitación, tolerando la congoja de sentirme insuficiente, cargando un lastre de cuerpo enfermo, de ser víctima y culpable de mí propio juicio; de mi propia condena a ti pedirte perdón, por la miseria que brota de mi sangre, miseria de mis anhelos y esperanzas, que porto en mi ser y deposito en tu vientre, para luego fugarme en las olas tempestuosas de los tormentos que habitan en mi pecho y no lo soporto, no soporto más darme vueltas entre el propio sudor pestilente en mis sabanas, ¡¿dónde estás?! Apenas puedo sentirte en el atisbo inconsciente de la noche, cuando entre la desesperación busco la piedad de tu amor y solo encuentro ausencia. ¡Te vas! Apenas toco con la punta de mi dedo el azul reflejo de la luna sobre tu mejilla, desgarras tu rostro y te alejas, dejando detrás una estela de llantos. Te veo bajo la puerta cerrada, tu sombra sentada sobre el piso del baño, el sollozo entre tus piernas y tus manos rasgando tus rodillas hasta sangrar. Te escucho repetir una y otra vez la misma pregunta… “¿Por qué estás aquí?”
 
Golpeo mi cabeza con ambas manos, aprieto los párpados y los dientes para evadir la ira que se acumula en mi garganta y me aprieta al punto de asfixiarme. ¡Miserable, vete ya! Nadie quiere escuchar tus lamentos, da pena y vergüenza verte, ¡oh Pobre infeliz! ¡Paria! ¡Perro cobarde! ¡Aquí nadie te quiere! ¡Vete ya! ¡¡¡VETE YA!!!

Contengo el dolor en mi garganta y empujo mis pies por el salón, vivo cada instante como la culminación de mi destino y tras cada paso se repite en mi memoria los rostros y las frases de mis familiares, de mis profesores, de mi ineludible sensación de fragilidad ante la inmensa sombra de su autoridad en silencio. Dice de mí, un claro mensaje en su mirada de decepción, ante mi cuerpo de niño con uniforme escolar, viejo y pobre, sucio con comida, tierra y años de acumular duelos por ser como soy… Insuficiente y miserable, repitiendo la historia miserable de sus padres miserables, creyendo de sí una imagen de superioridad y en ella hundirse en la más profunda miseria y abandono. No eres quien decías ser y ahora lo vemos quebrado en el reflejo de la ventana, entre las sombras de la noche lo podemos ver y reírnos en su cara, ¡Jajajajajajaja! ¡¡¡¡AJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA!!!! Déjanos aplaudirte, desgraciado, mientras miras el hondo abismo a tus pies y abandonas el aliento en un movimiento convulso, mientras tu silueta tambalea con toda la ciudad mirando el espectáculo. ¡Aplaudamos todos!

 A mis pies, el silencio de las luces de la ciudad y el sinuoso viento que mece mi alma. Miro el reloj sobre el muro y me dejo llevar por el susurro que emana de tus labios dormidos…

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