La ciudad de papel

Me pierdo en el ritmo incesante de esta ciudad, en unas miradas fugaces que se escabulle entre los muros y los reflectores de las vitrinas. Cada quien que me entrega una mirada pasajera, entre los segundos que no se detienen, se torna en una figura difusa junto al movimiento del viento, arrastrada por éste cual hojas de papel que se dispersan y desvanecen entre callejones y avenidas. Desde una banqueta al borde de una plaza, veo el blanco resplandeciente de cada alma que me rodea, contemplando en ellas la pureza que nos entrega la incertidumbre del mañana, repito que al final del día somos todos inocentes. Estos edificios y sus muros, torres de papel donde se escriben historias incompletas, donde surge la fantasía del aquí y el ahora, donde conocer y desconocer las emociones que nos mueven al siguiente cuadro, a la siguiente escena, a la siguiente ilusión.

Cada quien tiene un cuerpo que es papel. Me detengo en aquel que se estira por el espacio cual bosquejo, escribo en sus contornos mis emociones y su mirada se me hace arte. Amores, tristezas, esperanzas, desilusiones. Sin poder agotarme en ello dejo una historia incompleta antes de que el viento arrastre y limpie su figura de todo aquello que queda por sacar de mi pecho. Apenas un segundo y su figura se deshace en el vaivén de un sentimiento que no cesa.


En el silencio que me invade, contemplo un ultimo instante y siento cómo el viento empuja mi cuerpo hacia la calma, al camino del destierro guío mis pasos y tras cada uno se me pierde una línea hasta volverme destello, luz exigua, un murmullo de un sueño perdido en el viento.

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