En el cruce de caminos


"Imagino otros espacios, otros lugares donde habitar."

(George Grosz - Tempo der Strasse - 1918)
 
Como si el ambiente se forjara de la tinta azul que derrama mi lápiz al pasar unas letras de cuadro en cuadro y llevar mi conciencia de una mirada al vacío, siendo arrastrado entre el tono azul de una música lenta y una voz que se eleva y aleja entre la melodía urbana del trip-hop, únicamente para detenerme a mirar el azul uniforme de los trabajadores del paso, y dejarme hundir sin reparo ni intenciones en todo ello.

Estoy inmerso en las palabras que se inscriben en este cuaderno de notas, con el pulso tembloroso por los cortados y la falta de horas y de sueños. Así es este cuadro, un servicentro en el cual me abstraigo, elevo y persuado para escribir sobre el amor, la belleza y los paisajes.

Retomo desde lo alto la perspectiva de la caída y me lanzo a ello sin miedos ni esperanzas...

Sea del momento este espacio entrecruzado por la contemplación cariñosa de quienes quizás nunca pensaron en ser arte. Respecto a ello se contorsionan en el aire cinco voces, dos miradas, una soledad necesaria. Infinitud de pasos que se empujan y delinean en su vaivén especifico, están aquí y son ahora la belleza de este instante.

"Crean la utopía del mañana, se proyectan en un paisaje cuadrado, estéril y vectorial donde interactúan las voces infantiles una en una, para que poco a poco todas al unísono recreen la paranoia del control, del pupitre, de los tonos negros, gris, blanco o azul. Apenas una idea se entrecruza en el camino de varias vidas que dependen de forma injustificable de aquello que se tuerce entre las miradas avejentadas. Crean la métrica de sus pasos, delinean con su puño la tangente y esperan de todo ello lo mejor. Ya tienen un plan desde el cual alzarse, apuntar con el dedo y decirse a sí mismos "lo intentamos al menos", para así algún día poder dormir y descansar del agobio y hastío que sienten y ocultan únicamente por el amor a la persona que alguna vez soñaron ser."

(George Grosz - Ghosts - 1934)
No presentimos que solo enseñamos desde nuestras sombras, desde la fragilidad de nuestras almas desnudas.

Ríen, sin mala intención, todos juntos, por los años que han vivido y compartido un café en el desayuno, un cigarro, un punto de vista. Poco a poco vuelven a ser humanos y disfrutar de su compañía, de sus miradas y sus silencios y dibujan en sus sonrisas otro paisaje cual nueva utopía, cual despedida solemne a quien se le recordará por su humanidad más que por sus logros.




Suena un suave atardecer que se entremezcla con el olor tostado del café expreso. Aunque no lo presentimos, vivimos irremediablemente la inmediatez de unos paisajes que se diluyen en nuestra memoria. El resto es lenguaje, poesía.

"Le dice él -de alguna manera lo hace- que la ama, que su imagen es un crepúsculo de verano, que en sus ojos el cielo y el mar son una proyección temporal y finita en un encuentro carmesí en el horizonte de su vida. Por ese instante son uno, nada más se necesita.

La inventa él -de algún modo lo hace-, que ella es paisaje, parte de un viaje que se hunde en la noche y en el sueño del cual se espera no despertar. Así sin más se abrazan, así sin más se abandonan el uno en el otro, así sin más llega la noche."

Una mirada entrecruzada -como en tantos otros momentos-, y luego solo silencio, solo soledad -como en tantas otras vidas-. Se detiene el tiempo por un instante, en el cual ambos desaparecen en el aire para no volver a encontrarse jamás. Tomo un respiro, dejándome llevar por la caída...


(George Grosz - Der Liebeskranke - 1916)





No hay nadie, solo el espacio vacío y el silencio, el blanco cuaderno de notas y la oscuridad de la noche que se mete por las vitrinas. Todo trata de fantasmas, de unos rostros que proyectan emociones por las pequeñas reminiscencias que quedan de la vida, de aquello que ata a una imagen, a un estar y un padecer. De tal modo me abandono a mí mismo y disfruto de la ausencia del cuerpo, de un nombre y de significados. 










"Paisaje nocturno y otoñal, donde se desprenden las hojas oscuras de los arboles al conmoverse con el pasar del viento. Sopla la luna y se alejan, desnudando una silueta quebradiza bajo una luz. Duerme profundo entre los tonos platinados, azules, marrones y grises.

Despierta en tanto se desvanece en el movimiento incesante de los pasos de quienes van por ahí sin más. Suelta el respiro, suelta el instante y se hace uno entre todos."

(George Grosz - The Funeral - 1918)















Solo un sorbo amargo del café y dejo caer la mirada en la última línea del cuadro. Me repito a mí mismo "En él se deshace y enreda el paisaje entre sus dimensiones nocturnas, cual muerte necesaria." De tal modo dejo desnuda su alma y la aprecio en su absoluta fragilidad. Me quedo sin nada más que decir, con ello finaliza mi escritura.





Froto mis ojos por el cansancio y pienso en cada tramo que he vivido y que he muerto, en mis rostros y las voces en que he sido visto y escuchado. Descansa cada uno de ellos en la memoria silenciosa de quienes me han compartido una mirada, una sonrisa, unas palabras, unos cafés y su compañía por unos pasos del camino. Todos ellos amores míos, parte de esta alma y parte de su alma. Dejo a un lado el lápiz y termino de beber mi café, miro a mí alrededor el paisaje del servicentro. La mesera cuidadosamente retira las tazas sucias y con una sonrisa me pregunta si deseo algo más, con un gesto amable le digo que no y comienzo a guardar mis cosas. Me levanto y me pierdo entre el andar de las personas que pasan sin más en el cruce de caminos.

En el suave vaivén de los pasos que damos por la vida, perdidos en el movimiento incesante de nuestras miradas fugadas, nos arrebatamos el instante en momentos entrecruzados, inevitablemente narrándonos a nosotros mismos nuestra historia, nuestros sueños y nuestra locura por la cual vivimos y construimos nuestro velorio y funeral. Acompañame, una vez más, en este, mi andar...

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