Pasatiempo sonámbulo




Me despierto entre el encanto vivaz de mi propia muerte piadosa, con un suspiro desentendido de todas las obligaciones que le impone el tiempo, los muros y sus umbrales. En este instante perpetúo el suave roce de una letanía, que se desliza del borde de mis ojos entrecerrados, llenos de las luces y sombras que habitan nuestros sueños mas íntimos, se aglomera y colapsa en la fantasía que las noches de lunas y nubarrones encierran en ella. Cae en su renuncia, en su abandono y su imposibilidad. Así sin más dejamos los días avanzar, pues la miseria que llamamos humanidad, es el fracaso de nuestros sueños.

Habito en una profunda depresión y desencanto de la realidad, y de ello se nutren mis letras, de la muerte de los miserables y la lujuria de los poderosos. Por eso el vaso, el agotamiento y la vena latiendo de ira a punto de desbordarse en llanto, pues ¿Qué mas hay? ¿Cuáles son las nuevas promesas? ¿Dónde habita la fe? Si aquello mas inocente ha sido profanado, develado y humillado como condición sistemática de mantención del status quo, ¿Dónde queda la esperanza?

Somos, en este momento, tu y yo, un movimiento sonámbulo que se debate entre el gusto por la muerte y el deseo innato de vivir. Aquí estamos a pesar de todos los vaivenes, una mañana más entre las sabanas los dos, como recuerdos empozados en los ojos que arrastran con los sueños a su paso, sin encontrar salida.

Hemos estado demasiado tiempo atrapados en una rutina que nos obliga a tratar de permanecer positivos, entre contornos blandos y dóciles, una felicidad sometida a la continuidad de los sonidos de las alarmas, de las juntas para ponerse al día y la oscuridad de las 6am. Finalmente, en el cementerio de nuestra era todo es protocolar, categorizado y medible, hasta el llanto.

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