Nacimiento (preludio)


"Vivir de ensueños, como un tintineo sutil en tonalidades vibrantes que va y viene en un constante devenir cíclico, atemporal, imperfecto; un sentir de las emociones instantáneas, vacío de certezas acerca del límite de lo real y lo irreal; ser uno con todo al dejar de pretender ser y estar". 

Vivir de ensueños... idea que repicaba constantemente en su cabeza desde hace varios días, cuando dejó caer su silencio en la mirada inocente de aquella que se perdía en el fondo oscuro de lo que él creía era la noche. Ella sin más, figura y andante solitaria como un mito urbano que se teje de sombras. Sin conciencia de sí, en un errático andar por callejones laberínticos de unos cuantos recuerdos difusos, se levantaban los muros insondables de una ciudad babilónica, hundida perpetuamente en la madrugada. Su sola imaginación creía, ideas de un borracho.

Paga la cuenta y da el ultimo sorbo a su trago, abre la puerta y siente el frío viento recorrer su cuerpo. Sentada en una banca fuera del bar, entre la niebla espesa y con un cigarrillo en su mano, le pide fuego. Saca el encendedor de su bolsillo, lo enciende y se lo acerca lentamente. Entre las llamas ve su mirada clavarse en la suya y la siente entrar en su alma en un movimiento mudo y tempestuoso. Abandonado por completo a la belleza de sus ojos profundamente oscuros, en los cuales contemplar el nacimiento y la muerte de universos, recorre un mar abismal sin horizontes, debajo y sobre él yacen las estrellas en un manto oscuro. En un repentino vaivén, siente sus labios tocar los suyos y arrancarle de cuajo el aliento de la boca en un sinuoso e inesperado movimiento, borrando los contornos de lo físico, arrebatando las expectativas del mañana, eliminando las fronteras de lo imaginario y lo real. Siente su cuerpo ido hundiéndose en ese mar etéreo, su respiración agitada se apaga instantáneamente, dejándose guiar por el movimiento de las olas. La muerte sentía, debía ser la muerte...

Despertó cerca del mar, en el muelle y bajo un cielo rojo. Se quedó contemplando el paisaje acuarela de la ciudad portuaria al fondo, su figura y silueta oscura entre las ondas silenciosas de un mar de ocaso. Miró el horizonte, soltó un suspiro de calma y escuchó el tintineo una vez más... En un respiro profundo, se sonrió a sí mismo y se deshizo entre el viento salado.


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