Ante el umbral

Después de haber estado pensando toda la noche, el cuerpo queda con esa sensación dolorida por la falta de sueños. El despertar cae en una monotonía grisácea y hostil, en la resignación de que tu vida está reglamentada por las paranoias del deber, de las deudas y el sabor del café instantáneo. La primera palabra del día es el tiempo cuantificado que se escapa a pasos agigantados con el aire, y caes en la cuenta de que es tarde para todo, para contemplar, para escuchar, para caminar, para hablar, para respirar. Comienzas a arrastrarte a ti mismo por la necesidad imperiosa de alcanzar un nuevo fin de semana, sentir que la rueda da una vuelta más, de que avanzas aunque no veas la diferencia más que en los números del calendario y las curvas que se dibujan en el rostro.

Cada mañana te tiras contra el muro, te aprietas en ese cubículo y comienzas a digitar un uno, un cero... y te vuelves insignificante incluso para ti mismo. Ya ni siquiera te cuestionas el porqué de tu falta de sueños al dormir, el porqué la preferencia de que todo se vaya a negro al cerrar los ojos.

Un día sobró un numero en aquella vida y la respuesta fue automática, calculada y predecible. Fue simple pues ya no tenia rostro ni voz, solo era las letras que escriben un nombre sin historia, que redactan un mensaje cifrado y aparece en la pantalla con la opción de abrir y borrar. Sin duda fue una decisión simple pues para aquellos ojos ya carecía de total humanidad, perdida la corporeidad el alma se vuelve un mero mito. Con una breve notificación comenzando por "necesidades de..." era más que suficiente.

Con todo sientes que los pies se te hunden en el concreto, con la espalda curvada y la mirada hinchada das pasos hacia esa cama sin sueños y te dejas rendir como quien no tiene espacio ni tiempo en la vida suya ni de nadie.

Nunca se distingue bien cuando uno cruza el umbral. En la mayoría de las casos el miedo obliga a dar marcha atrás y recorrer el mismo camino una y otra vez -la definición exacta de la locura-, en otros el camino simplemente deja de existir. Es ahí donde uno se encuentra con la vida... y tu ¿qué ves ante el umbral?


"El vacío y silencio desde entonces se vuelve un manto blanco en el cual eres la mancha negra que escurre libremente, escapándose del cuadro y la palabra, asociado a un cuerpo sin nombre y en perpetuo movimiento, interpretativo cual conciencia de la vida, cual realidad sin definición que te obliga al cuestionamiento de las formas y el sentido de los pasos que das, que te obliga a preguntarte quién habita, siente y mira desde ahí dentro."

Sólo estás tu ante el espejo finalmente.


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