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Insomnio

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En el umbral del sueño se desliza tu aroma y rozo con mis dedos tu piel. Cuando despierto, apenas veo tu sombra desvanecerse trás el movimiento de las manijas del reloj. Noche trás noche, en la soledad de la habitación, me hundo en el frío de tu abandono, te lloro aún cada día hasta caer de cansancio sobre mí almohada, pero no logro conciliar el sueño y divago entre los contrastes de la luz en la habitación, reparo en la caída de tu pelo sobre tu rostro sereno y lo muevo lentamente para apreciar el susurro que se escapa de tus labios. Merodeo los rincones de la habitación, tolerando la congoja de sentirme insuficiente, cargando un lastre de cuerpo enfermo, de ser víctima y culpable de mí propio juicio; de mi propia condena a ti pedirte perdón, por la miseria que brota de mi sangre, miseria de mis anhelos y esperanzas, que porto en mi ser y deposito en tu vientre, para luego fugarme en las olas tempestuosas de los tormentos que habitan en mi pecho y no lo soporto, no soporto más darme v

Desierto

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De un mirar lento sobre la tierra seca y polvorienta que adorna mi destino, la ando sin zapatos y vuelto hacia atrás con el rostro perturbado, callando el recuerdo... cualquiera, da igual Un momento que se hace ante el vacío, en el silencio de un gesto que sobra. Ya los pasos van todos perdidos sin el sueño que los empuja a marchar... un retroceso, una pausa, la caída, da igual Hundo la mirada cansada en esta tierra seca, único espacio para la vida. Lloro y se hace lodazal cuando reaparece la infancia dolida, guardada en el mirar desamparado... hunde y calla todo, da igual Este sentir la perdida arrebata los contornos, con uno se hace el silencio y uno es el polvo. Giro la mirada y detengo el paso extenuante, respiro, respiro, respiro el paisaje con el cual me deshago de mí... en el tacto rompe el llanto, sobre las flores del camino negadas, que yacen perdidas, ataviadas en el espacio infinito en donde todo se hace nada.

Mirada Dual

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Te quedas en el reflejo de tu ser, lo aprecias, solo miras y sonríes. Es todo confuso, veo  tu mirada perdida, escucho ruidos incomprensibles dando vueltas en tu cabeza. Cada una de esas voces es un paisaje en tu alma que compone tu ser, te vuelves sobre ti mismo en un giro en espiral hacia abismos insondables de tus alucinaciones infantes. ¿Estás feliz con eso? Giras en ti mismo y en el vértigo de tu mirada se escapa una mueca delirante. Pasa el rostro de tu madre colgando ropa en un perchero, la mano de tu padre acercándote un dulce al llegar del trabajo, los temblores de tus manos al recibir una mala calificación en la escuela, la sensación de libertad en el trazo de un cuerpo mutilado, del árbol infinito y el hombre de las sombras. Son estas mismas manos con las que cuentas los segundos en un movimiento convulsivo, las que diseñaron las dimensiones de tu propio paraíso. Allí habitas apreciando tu último segundo, tu último respiro perpetuado en la ensoñación etérea de una voz ajena