Insomnio
En el umbral del sueño se desliza tu aroma y rozo con mis dedos tu piel. Cuando despierto, apenas veo tu sombra desvanecerse trás el movimiento de las manijas del reloj. Noche trás noche, en la soledad de la habitación, me hundo en el frío de tu abandono, te lloro aún cada día hasta caer de cansancio sobre mí almohada, pero no logro conciliar el sueño y divago entre los contrastes de la luz en la habitación, reparo en la caída de tu pelo sobre tu rostro sereno y lo muevo lentamente para apreciar el susurro que se escapa de tus labios. Merodeo los rincones de la habitación, tolerando la congoja de sentirme insuficiente, cargando un lastre de cuerpo enfermo, de ser víctima y culpable de mí propio juicio; de mi propia condena a ti pedirte perdón, por la miseria que brota de mi sangre, miseria de mis anhelos y esperanzas, que porto en mi ser y deposito en tu vientre, para luego fugarme en las olas tempestuosas de los tormentos que habitan en mi pecho y no lo soporto, no soporto más darme v